En este momento la hora se inclina
y me toca
con su lúcido anillo metálico
mis sentidos vibran. Se forma el
sentimiento:
Yo puedo- y palpo el día
elástico.
Nada estaba completo antes de ser
visto por mí,
todo ir y venir ahora yace quieto.
Mis ojos están maduros y todo lo
que desean
se acerca como una novia.
Nada es demasiado pequeño: contra
un fondo de oro
lo pinto grande y amoroso
y lo sostengo en alto, nunca sabré
de quién es el alma que puede
liberar.
Estoy en el extremo del siglo,
Uno puede sentir el viento de una
gran página-
que Dios y tú y yo hemos llenado de
escritura-
girando por lo alto en manos
extrañas ahora.
Uno puede sentir el resplandor de
esta hoja nueva,
en la que todo puede inscribirse
aún.
Las fuerzas silentes ponen a prueba
su rango
y se miran entre sí oscuramente.
Tu
primera palabra fue Luz:
y el tiempo comenzó.
Tu segunda palabra fue el Hombre y
el miedo se esparció
(todavía nos ensombrecemos ante su
sonido)
antes de que tu rostro retomara su
creación.
Y por ello temo tu tercera.
Seguido rezo en la noche: sé el
mudo,
el que crece firme en gestos
y es movido por el espíritu en los
sueños
a inscribir la onerosa suma del
silencio
en lo alto de las montañas y en las
frentes humanas.
Sé el refugio de la ira
que expulsó lo inefable.
La noche cayó en el Paraíso:
sé el pastor cuyo cuerno suena una
sola vez-
pero sólo como cuentan nuestra
antiguas historias.
Si hubiera crecido en otra tierra,
una con días más ligeros y horas
más sutiles,
habría hecho para ti una fiesta
singular
y mis manos no te habrían sostenido
con temor y tensión,
como suelen hacerlo.
Habría sido valiente y te habría
consentido,
a ti Ahora ilimitado.
Te habría lanzado como una bola
hacia todo deleite ondulatorio,
para que alguien te pudiera atrapar
y saltara
con las manos en alto para contener
tu caída,
tú cosa de todas las
cosas.
Te habría hecho brillar y surcar
por el aire
como un sable.
Habría hecho que tu fuego se
renovara
en un gran anillo dorado.
y habría hecho que se sostuviera
en la más blanca mano.
Te habría pintado: no en la pared
sino en el cielo, de extremo a
extremo,
y te habría esculpido, de la forma
en que un gigante
te esculpiría: el pico de una
montaña, un fuego radiante,
un simún irrumpiendo en la arena
del desierto-
o
en verdad tal vez te encontré
una vez…
Mis amigos de la infancia están
lejos;
apenas puedo seguir escuchando sus
risas
y tú: te has caído del nido
eres una joven ave y tienes garras
amarillas
y ojos grandes y atraviesas mi
corazón.
(Mis manos deben parecer gigantes.)
Y la punta de mi dedo eleva una
gota del pozo
y escucho, escucho, algún sonido de
tu sed
escucho tu corazón y el mío
palpitando de temor.
Vivo mi vida en círculos crecientes
que se esparcen por todo lo que me
rodea.
Quizá no logré el verdadero final
pero eso será mi meta.
Circulo a Dios, rodeando la antigua
torre,
llevo dando vueltas un eón,
y todavía no lo sé: ¿soy un águila,
una tormenta
o una soberana canción?
Tengo muchos hermanos que usan
sotanas ligeras
en el sur, donde hay laureles en
los claustros.
Sé cuan humanas hacen sus madonas,
y sueño seguido con jóvenes
tizianos
entre los cuales Dios se
mueve
como una flama pura.
Pero aquí, donde los instintos se
vuelcan hacia dentro:
Mi dios es oscuro y como una red
de raíces intrincadas todas
bebiendo en silencio.
Que de este sediento calor yo
emerjo
es lo único que sé: pues mis ramas
mantienen la calma perfectamente
y sólo se mecen en el viento.
Yo soy, tú el ansioso ¿No me
escuchas
volcándome sobre ti con todos mis
sentidos?
Mis sentimientos, que han hallado
alas, dan vueltas
como aves blancas alrededor de tu
rostro.
Y mi alma -¿no puedes verla ahí
erigida frente a ti en una túnica
de silencio?
¿Acaso mi plegaria de primavera
no madura en tus ojos como en un
árbol?
Si tú eres el soñador, yo soy tu
sueño.
Pero si eliges estar despierto, yo
soy tu voluntad
y me convierto en el maestro de
toda la majestad
y redondeo la perfecta quietud como
una estrella
que brilla encima de la remota
ciudad del tiempo.
Dios nos habla a cada uno de
nosotros al crearnos,
y luego camina con nosotros en
silencio fuera de la noche.
Pero las palabras, que nos fueron
dichas antes de empezar,
esas palabras son las siguientes:
Impulsado hacia delante por tus
sentidos,
ve hasta el límite de tu deseo;
invísteme.
En el fondo de las cosas crece un
fuego,
para que sus sombras, alargadas,
me cubran por siempre,
completamente..
Deja que todo te ocurra a ti:
belleza y terror.
Sólo sigue adelante: ningún
sentimiento es un error.
No dejes que te corten de mi
fuente.
Cerca está el país
llamado Vida.
Lo reconocerás
por su gravedad.
Dame tu mano.
Oh Señor, danos a cada uno nuestra
propia muerte. Concede
la muerte que viene de esa vida en
la que conocimos el amor,
cuando encontramos sentido, y
sentimos necesidad.