jueves, 22 de octubre de 2015

Martes en Farmatodo

   Necesitaba con urgencia maquinas de afeitar -eso por no nombrar jabón de baño, shampoo, todo en realidad-, debí haber usado la que tenía tanto tiempo que ya necesitaba desecharla más por cuestión de higiene que de otra cosa, los martes son los días en el que según nuestro “nuevo” y no eficiente, sistema de compras, que puedo adquirir productos por el terminal de cédula, la noche anterior al mencionado día, me mentalicé a que debía levantarme temprano para poder ir a comprar, o bueno a hacer la cola; cosa difícil ya que si estas de vacaciones lo menos que quieres hacer es eso –desventajas de vivir en la revolución–. Me levante a las siete de la mañana, ¡joder, que tarde voy! – Pensé– Me alisté lo más rápido que pude, y baje al farmatodo ubicado en el CC La Granja. siete y treinta, vi una pequeña cola me acerque a ella

 –¿Disculpe esta es la cola para farmatodo?                                                                                               –Sí, bueno para que tomes el número.

    Cuando recibo el número, grata sorpresa. #367, Ok, tenia que esperar a que 367 personas pasaran primero que yo, y aun no abrían el local si quiera. Afortunadamente actualmente vivo detrás de La Granja, por lo que me decidí a irme a esperar un rato allá, además de desayunar. Cuando regrese al centro comercial, eran las 9:30 am

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 –Señora, disculpe. ¿Cual numero esta pasando?                                                                                      –Bueno, creo que por el 230 o algo así                                                                                                     –Ok, gracias.

Me ubico donde se supone me tocaba según mi número, gracias a Dios, en el centro comercial hay donde sentarse, a los minutos se me acerca un chamo, se los describiré, 22 – 24 años aproximadamente, gorra plana, bolso en la espalda –bastante grande en realidad–, piel morena quemada por el sol, acento y forma de hablar un poco popular por así decirlo, bachaquero.

Pana, ¿cómo estás? ¿Y tú que compras? Porque hay pañal, leche de fórmula, gelatina. ¿Andas comprando eso.  Me preguntó, con afán                                                                                                                                                                                 
   La verdad a mí no me interesaba comprar nada de eso, pero como tampoco me interesaba continuar aquella “conversación”, ni tener mas contacto con aquel individuo, ni mucho menos apoyarlo en sus andanzas, le respondí. –Sí, ajá. Si bueno, supongo que si la verdad, como no se consigue nada, y yo tengo familia así que si, voy a comprar todo lo que pueda, total ya estoy haciendo la cola.

Bueno pana, cualquier cosa si no quieres, la compras de todas formas yo ando con una gente, ahí nos ponemos de acuerdo y yo te la pago.

   Se alejó, murió la conversación y lo perdí de vista. La cola, avanza, con cada diez personas que entran al local, son como veinte minutos más de espera, me quejo en mi mente, escucho a los que están a mi alrededor, detallo como por enésima vez el letrero de Óptica Caroni, estudiando todos los ángulos, detalles, la forma de las líneas; avanza la cola otra vez, aun no entro al establecimiento, suelto un gran suspiro de exasperación.

  – ¿Primera vez en la cola? Me pregunta una señora de unos cuarenta y tantos años
 – Bueno, la verdad es que como la segunda, pero no logro acostumbrarme a esto.
 – Acostúmbrese, que ahora es que nos falta, allá adentro es como una hora más, uno aquí pierde la juventud, pierde horas de trabajo, por eso es que yo compro todo lo que puedo, y después lo cambio, por lo que necesite, así que compre todo porque después de esta cola. Mis hijos, se van a ir del país en enero, no se han ido esperando a ver qué pasa con las elecciones, pero no tienen muchas esperanzas ya compraron los boletos.
– Imagínese, yo estoy aquí porque no tengo clases en la universidad y no trabajo, pero aquí hay tantas mujeres embarazadas que deben trabajar, pierden un día completo de trabajo; si bueno muchas veces dejar el país parece la única opción, muchos estamos esperando eso, a ver qué pasa con el país para tomar una decisión, casi todos mis amigos y familiares me comentan eso.

   Entramos al establecimiento, la odisea estaba a punto de terminar –o eso creía yo–. Merodeé, el local aprovechando que esta nueva amiga me guardaba la cola, a ver que conseguía, vi crema de dientes, y no pude evitar pensar en Vanessa Senior y el escándalo que armo en farmatodo por unas pastas de dientes, y que pasaría si todos nos quejáramos de esa forma. Compré unas medicinas que necesitaba, ya que la cola para pagar parecía la del CNE, misión morrocoy, disponía de tiempo suficiente; dejaron pasar a otro grupo de personas, las cuales cabe destacar ya no tenían número, así que estaban a la suerte de poder comprar si sobraban productos. Daba la casualidad que habían tres guardias, dos hombres y una mujer, que estaban esperando que todas las personas con números compraran para ellos también comprar, tengo que admitir que el comportamiento de estos, fue muy respetuoso, charlaban con las personas, y hasta se quejaban de la situación del país; de un momento a otro con la llegada de otro grupo de personas se descontrolo la fila que se había armado dentro del farmatodo, los guardias como por instinto más que otra cosa, pidieron a todos con mucha educación que se formaran de cierta manera, que los que tenían numero eran los primeros, todo bien, hasta que una señora, bachaquera cabe destacar, que se estaba coleando como popularmente lo llamamos aquí, empezó a discutir con el guardia, él le dijo, que se podía quedar ahí si tenía número.

   –BUENO, Y A TI QUE TE PASA GUARDIA? AQUÍ LOS QUE TIENEN DERECHO DE ORDENAR SON LOS DE FARMATODO, TU NO. Falta de respeto, pidiéndome que te muestre el número, grosero.            
    –Aja, señora pero no me grite y cálmese, yo solo estoy poniendo orden y no le estoy faltando el respeto. Le replicó el guardia.                                                                                                                        –No me calmo nada grosero, pidiéndome que te lo muestre, no te voy a mostrar nada.

Nunca entendí, la exaltación de la señora, al final el guardia la ignoró por completo, aunque ella seguía insistiendo.

    –Sí, quiere que le muestre el número, pues no te voy a mostrar nada, ni el número ni otra cosa más, que eso es lo que quieres de mí. Esta última oración lo dijo con el tono más alto que pudo.

   Aunque la situación me estaba resultando un poco jocosa, el estrés de tener 3 horas ahí solamente para comprar unas piches máquinas de afeitar que era por lo que yo me había levantado, me parecía simplemente indignante. Al final si pude comprar todo lo que necesitaba, más una leche de fórmula para bebes, que se la di a una señora, que más que necesitada, se veía cansada de tener que estar calándose esas colas para alimentar a sus hijos porque tenía gemelos según lo que me contó

No escribo, esto solo para quejarme de la situación del país, sino para reflexionar un poco. Estas vainas de durar 5 horas en una cola, pararse a las cuatro de la mañana por un pollo, pelear en los establecimientos, estas no son vainas normales, de verdad que no, no te acostumbres a ello, adáptate si, tal vez, porque hay que sobrevivir, no te acostumbres, ni digas es “normal” o “hay que acostumbrarse a ello”. Esto no es algo normal, ni algo con los que venezolanos tengamos que vivir a diario. Y lo más importante, VOTA EL 6 DE DICIEMBRE, e invita otros a que lo hagan también. No dejes que te roben la felicidad.

“¿Se puede robar la felicidad? ¿O es sólo otro infernal truco humano” Markus Zusak. La Ladrona de Libros.


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