"–No
hay influencia buena, míster Gray. Toda influencia es inmoral…, inmoral desde
el punto de vista científico.
–¿Por qué?
–Porque influir en una persona es transmitirle nuestra propia alma no piensa ya con sus pensamientos naturales ni se consume con sus pasiones naturales. Sus virtudes no son reales para ella. Sus pecados, si es que hay algo semejantes a pecados, son prestados. Se convierten en eco de una música ajena en actor de una obra que no fue escrita para ella. El fin de la vida es el propio desenvolvimiento, realizar la propia naturaleza perfectamente, esto es lo que debemos hacer. Lo malo es que las gentes están asustadas de sí mismas hoy día. Han olvidado el más elevado de todos los deberes: el deber para consigo mismo. Son caritativas naturalmente. Alimentan al hambriento y visten al pordiosero. Pero dejan morirse de hambre a sus almas, y van desnudas. El valor nos ha abandonado. Quizá no lo tuvimos nunca en realidad. El terror de la sociedad que es la base de la moral; el terror de Dios, que es el secreto de la religión… Están son las cosas que nos gobiernan y sin embargo creo que si un hombre quisiera vivir su vida plena y completamente, si quisiese dar una forma a todo sentimiento suyo, una realidad a todo sueño propio, el mundo ganaría tal empuje de nueva alegría, qué olvidaríamos todas las enfermedades medievales para volvernos hacia el ideal griego, a algo más bello y más rico que ese ideal quizás. Pero el más valiente de nosotros está asustado de sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la propia negación que corrompe nuestras vidas. Nos vemos castigados por nuestras negaciones. Cada impulso que intentamos aniquilar germina en la mente y no envenena. El cuerpo peca primero y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación. No nos queda nunca más que el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de una pena. El único medio de desembarazarse de una tentación es ceder a ella. Si la resistimos nuestras almas crecerán enfermizas, deseando las cosas que se han prohibido a sí mismas y, además sentirán deseo por lo que unas leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos tienen lugar en el cerebro y solamente en él donde tiene asimismo los grandes pecados del mundo. Usted míster Gray, usted mismo, con su juventud rosa y su adolescencia blanquirrosa, habrá tenido pasiones que le hayan atemorizado, pensamientos que le hayan llenado de terror, días de ensueño y noches de ensueño cuyo simple recuerdo pudiera teñir de vergüenza sus mejillas"
–¿Por qué?
–Porque influir en una persona es transmitirle nuestra propia alma no piensa ya con sus pensamientos naturales ni se consume con sus pasiones naturales. Sus virtudes no son reales para ella. Sus pecados, si es que hay algo semejantes a pecados, son prestados. Se convierten en eco de una música ajena en actor de una obra que no fue escrita para ella. El fin de la vida es el propio desenvolvimiento, realizar la propia naturaleza perfectamente, esto es lo que debemos hacer. Lo malo es que las gentes están asustadas de sí mismas hoy día. Han olvidado el más elevado de todos los deberes: el deber para consigo mismo. Son caritativas naturalmente. Alimentan al hambriento y visten al pordiosero. Pero dejan morirse de hambre a sus almas, y van desnudas. El valor nos ha abandonado. Quizá no lo tuvimos nunca en realidad. El terror de la sociedad que es la base de la moral; el terror de Dios, que es el secreto de la religión… Están son las cosas que nos gobiernan y sin embargo creo que si un hombre quisiera vivir su vida plena y completamente, si quisiese dar una forma a todo sentimiento suyo, una realidad a todo sueño propio, el mundo ganaría tal empuje de nueva alegría, qué olvidaríamos todas las enfermedades medievales para volvernos hacia el ideal griego, a algo más bello y más rico que ese ideal quizás. Pero el más valiente de nosotros está asustado de sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su trágica supervivencia en la propia negación que corrompe nuestras vidas. Nos vemos castigados por nuestras negaciones. Cada impulso que intentamos aniquilar germina en la mente y no envenena. El cuerpo peca primero y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo de purificación. No nos queda nunca más que el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de una pena. El único medio de desembarazarse de una tentación es ceder a ella. Si la resistimos nuestras almas crecerán enfermizas, deseando las cosas que se han prohibido a sí mismas y, además sentirán deseo por lo que unas leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos tienen lugar en el cerebro y solamente en él donde tiene asimismo los grandes pecados del mundo. Usted míster Gray, usted mismo, con su juventud rosa y su adolescencia blanquirrosa, habrá tenido pasiones que le hayan atemorizado, pensamientos que le hayan llenado de terror, días de ensueño y noches de ensueño cuyo simple recuerdo pudiera teñir de vergüenza sus mejillas"
Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray
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