domingo, 8 de noviembre de 2015

Realidades Cruzadas

   Ayer murió Marcos, no era mi amigo, pero le conocía y era apreciado. 25 años, tan joven, su madre llora, sus hermanos no encuentran como seguir adelante, el pueblo esta exaltado, no se encuentra que en unas calles que hasta hace poco eran tan sanas, se haya derramado tanta sangre, y tan fácilmente y con tanta impunidad como matar a un zancudo, no encuentro otra forma de describir la forma de cometer un homicidio en este país, fácil. Que palabra tan bonita en un contexto tan terrible.

   Dos impactos de bala, le quitaron la vida a Marcos, no los merecía, él solo estaba trabajando en su local que había levantado desde muy joven, veras Marcos no estudió en la universidad, este quería mucho su lugar de origen como para dejarlo, a Marcos no le gustaba, esos nuevos núcleos de estudios donde te daban una beca por estudiar, ni las universidades “sociales” que se vienen esparciendo por todo el país, simplemente no le gustaba la forma de impartir clases en estos lugares, donde se enseña más de amor a personajes, que de matemáticas y ciencias; en vez de eso, había trabajado desde que termino el bachillerato.

   El hospital donde Marcos fue llevado, no tenía un solo insumo necesario para salvar la vida de Marcos, la doctora que lo atendió, la cual por cierto había estado en una protesta unas horas antes para exigir un sueldo justo y mejores instalaciones en su hospital, hizo todo lo que pudo para salvarle la vida. Mientras los familiares del paciente estaban en la odisea de recorrer todas y cada una de las farmacias del lugar, para conseguir una lista de solo 7 artículos de los cuales sólo 5 pudieron hallar, como todas las del país, estas farmacias están en crisis de desabastecimiento. Al final, Marcos no lo logró.

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Pablo, cuyo nombre había recibido gracias a la biblia y una mama muy religiosa, a sus 24 años vivía en una gran ciudad, comparado con el pueblo en el que había nacido, terminando su carrera de medicina, su vocación desde muy joven, ese miércoles se había levantado bien temprano, ya que vivía solo, más la escasez de productos en el pais, daba como resultado que en su despensa no hubiese mucha cosa. Para matar el aburrimiento y mientras esperaba en la fila, leía un libro sobre neurosis y enfermedades mentales; aunque no pasaba por su mente estudiar psicología o psiquiatría le atraía mucho este tema.

–Libro de locos ese que estas leyendo.
–¿Disculpe?
–Ese libro que tienes en las manos, que habla sobre psicosis y esas cosas de gente loca
–No es gente loca, no al menos lo que tienen neurosis ni psicosis, su mente solo esta funcionando de una manera diferente, y esta lidiando con los problemas de forma distinta, pero no están locos, la gente debería educarse un poco más. Y mucho más si piensa hacer comentarios en voz alta.
–Tranquilo, sólo quería iniciar una conversación. Locura es esto que estamos viviendo, levantándonos a las cinco de la mañana, para hacer una cola en un establecimiento que abrirá apenas a las ocho. Sin comer, bajo el sol, no entiendo hasta cuando esta situación, se habla de paciencia y tener fe en Dios, pero ya tenemos cuatro años en esto y no se le ve fin. Ayer me querían vender un Shampoo y que en ochocientos, cuando eso cuesta cincuenta. ¡Por Dios!
–Más que locura, indignante, lo más triste es, que las personas nos estamos acostumbrando a vivir así y a decir, “ay esto es normal”, cuando no lo es.
–Hace rato se desmayó una señora no sé si la viste, debería estar en sus setenta u ochenta. Que triste tener que vivir esto.

   Pablo, no quiso seguir hablando, no estaba de muy buen humor debido al sol, la gente, el estrés, y todo lo que estar en una cola para comprar algo que debería encontrar en cualquier establecimiento significa, lo sacaba un poco de sus casillas. Su madre llamo, la verdad, estaba acostumbrado a recibir llamadas de ella todo el tiempo, madre al fin. Noticias no gratas, uno de sus mejores amigos había sido asesinado. Pablo no lloró en ese momento, no dijo nada, sólo camino. Cuando se dio cuenta sólo le faltaba una hora –o eso creía él– para llegar al pueblo que le vio nacer. Se escuchó una fuerte explosión de las ruedas delanteras del bus, los cauchos habían estallado. Cinco minutos después, cuatro sujetos armados entraron al bus con armas de fuego, despojaron a todos y cada uno de los tripulantes del vehículo de sus pertenencias y habían robado algo que no se puede recuperar, la vida de alguien  que no reaccionó como se supone es lo normal en estos casos, no hacer nada.

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Martha a sus cuarenta y cinco años ya está cansada de despedidas, este año ha visto emigrar a más de uno de sus más cercanos amigos, primos, hermanos, sobrinos, y la despedida que más le duele, su hija mayor.  Siempre se imaginó con su hija cerca de ella, a solo unos cuantos kilómetros de distancia, llevarle una buen almuerzo para sus nietos, abrazar a su hija y estar pendiente de ella cada vez que pudiera, en cambio, tiene que conformarse con una pantalla en la cual se ve reflejada su hija, su hija se ve feliz, aunque rodeada de soledad; la pantalla no le permite notar si está más flaca que la última vez que conversaron o si tiene las ojeras más grandes, o si está caliente por alguna fiebre, o por el contrario si esta fría por alguna baja de tensión, nada de eso. Solo tiene que confiar en que su hija le responda con honestidad y le cuente todo lo que ha estado viviendo. No puede evitar las lágrimas cada vez que la conexión se corta y su hija ya no está en ese monitor, llora de tristeza, de rabia, de impotencia, no se le hace justo que en un país como en el que ella vive lleno de riquezas se encuentre lleno de trabas para todos los jóvenes adultos, personas mayores, y hasta niños en el útero.

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Sabrina es la hija de Martha, a sus veinti tantos años ha comprendido que la felicidad es solo un estado de ánimo, y como leyó hace poco tiempo “no todo es completo” y la felicidad no es la excepción. Se siente feliz, en el país que la acogió hace poco tiempo. Inteligentemente escogió un país, en la misma región del cual provenía, el mismo clima, costumbres parecidas, en el cual ya habían más personas de su país natal, así no se sentiría tan “extranjera” pensó ella. Se equivocaba, no hay un solo día en el que no recuerde su país, sus sabores, sus olores, sus conflictos, sus familiares que aún están en su país de origen, sobreviviendo la vida, en vez de vivirla y disfrutarla. No puede negar que se siente segura, no solamente su integridad física, psicológica, económica, espiritual, siente que por primera vez en muchos años está viviendo en vez de sobreviviendo. Cada noche conversa con su madre, gracias a las maravillas del Internet, todas las noches le pregunta ¿Cómo sigue la situación? Con esperanza de que la situación mejore: uno de los anhelos mas profundo de su corazón es volver a su país, abrazar a su madre todos los días, ver a sus sobrinos crecer, poder salir a la calle sin sentirse extranjera.

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Obviamente, todos estos son relatos de ficción, de otra forma, no tuviera manera de conocer los sentimientos y pensamientos de estas personas; cualquier parecido con la realidad sería una muy triste coincidencia que si yo estuviese viviendo haría algo para poder cambiarla, no creo que hayan esfuerzos pequeños así que tú tampoco deberías.


“El poder está bien, y la estupidez es, por lo general, inofensiva. Pero el poder y la estupidez juntos son peligrosos” Patrick Rothfuss. El Nombre del Viento